¿CUÁL ES TU PREGUNTA FUNDAMENTAL?


A algunos de los docentes o compañeros de estudio
les hemos escuchado decir comunmente: "no des respuestas a preguntas que nadie
se ha hecho".

Cuando hemos puesto atención a esta frase seguramente nos
sentimos motivados a investigar cuáles son las preguntas de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo. De modo que, conociéndolas, nos demos a la tarea de
buscar las respuestas adecuadas.

Pensamos, no obstante, que sería mejor
que, antes que todo, empezáramos investigando cuáles son nuestras propias
preguntas, o en otros términos, cuál es la racionalidad que sugieren nuestras
preguntas.

sábado, 3 de noviembre de 2007

TRINIDAD Y GLOBALIZACIÓN: UNA REFERENCIA EN LA CONTRA-REFERENCIA



Pontifica Universidad Javeriana.
Facultad de Teología.
Misterio de Dios.
Freddy Luís Correa Echeverría.


TRINIDAD Y GLOBALIZACIÓN:


UNA REFERENCIA EN LA CONTRA-REFERENCIA

¿Existe algún objeto captable según las posibilidades de comprensión del ser humano que no tenga ninguna referencia en el mundo de los objetos experimentables por el mismo ser humano? ¿De qué “cosas” decimos que tienen existencia si no de aquellas que entran en relación con lo que conocemos como existente: nosotros mismos, la naturaleza, el cosmos…?

Parece que todo de cuanto se puede decir una palabra necesariamente tiene que estar en relación con el mundo. Más aun, las construcciones de nuestra imaginación más desemejantes de lo real guardan relación con ello. De este modo, si de Dios se dice que existe se debe a que él mismo es un hecho de la existencia humana, es decir, susceptible de ser experimentado y comunicado bajo categorías mundanas, históricas, temporales y espaciales. En otras palabras, si Dios fuera un ente extramundano, extrahistórico, extratemporal, extraespacial, no se podría ni siquiera vislumbrar en él grado alguno de existencia. “Sería nada”.

Para reconocer cualquier existente dentro de las coordenadas humanas será preciso, entonces, reconocer sus referencias en el cosmos. Cuando se interroga acerca de la existencia de Dios, se encuentran ciertos puntos de referencia histórico-humanos susceptibles de prestar indicios para pronunciar una palabra sobre Dios. Con la acción de pronunciar una palabra no me refiero a las posibilidades de conceptualización o definición propia del ser humano, simplemente señalo que la existencia de cualquier “cosa” está unida a la capacidad de expresarla en lenguaje humano, o ¿cuáles son los seres que existen para mí si no aquellos de los que puedo “decir algo” (decir “esto es inexpresable” también es un modo de “decir algo”)?

Por lo anterior, cuento con dos posibilidades para continuar esta reflexión: o podría darme a la tarea de revisar en la experiencia humana qué tipo de aspectos sirven de referencia para decir que Dios es un hecho de existencia, o a la inversa, partir de alguna palabra dicha sobre Dios y asumirla como lente para leer las referencias que la realidad misma muestra correspondiente a tal palabra sobre Dios.


1. DE UNA PALABRA SOBRE DIOS…


Con un mínimo esfuerzo de elección entre estas posibilidades opto por la segunda, es decir, me aventuraré a tomar como punto de partida una palabra sobre Dios y luego, revisar en la realidad circundante las referencias de esa misma palabra (si es que las hay). Lo trataré de desarrollar a continuación. El texto de Leonardo Boff, Trinidad, Sociedad y Liberación, ofrece diversas perspectivas desde las cuales se ha dicho una palabra sobre Dios. Entre dichas perspectivas, concentraré mi atención en dos: por una parte, la significación bíblica según algunos pasajes de San Juan, y por otra, la elaboración dogmática en la cual fijaré mi atención en una afirmación que considero fundamental.

1. 1. SIGNIFICACIÓN BÍBLICA.

Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti” (Jn 17, 1).

Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17, 21).

He tomado algunos trozos del capítulo 17 de San Juan, que ciertos exégetas titulan como “La oración de Jesús”. Mediante un corto análisis de estos versículos dentro de la sección narrativa que va desde 17, 1 hasta 17, 26, se pueden hacer las siguientes anotaciones
[1]:

· Ante la angustia de los discípulos se pone a orar, como la oración ante la tumba de Lázaro (11, 41-42) o la escena de los griegos antes de la pascua (12, 27-28). El orar de Jesús es un hecho de comunicación con su Padre y con los que le rodean.

· Jesús le pide a su Padre que le dé la gloria para poder darle él la gloria al Padre. Jesús está descentrado de sí mismo, aun cuando parece buscar su propia gloria, su petición busca redundar en gloria para su Padre. Jesús traspasa la gloria a los discípulos. El amor del Padre hacia Jesús El amor de Jesús a sus discípulos es un paralelo.

· La petición por la unidad y la Fe (17, 20-21) indica que los discípulos marcharán como predicadores. La unidad del Padre y del Hijo es el destino del grupo de Jesús en este mundo. La proposición “para que todos sean uno” enmarca una perspectiva de futuro infinita. El “para que estén en nosotros” señala una gran alianza. Y el “para que el mundo crea que tú me has enviado”: si el grupo de Jesús logra la unidad, el mundo no podrá resistirse a creer.

El texto hace lenguaje una experiencia de Dios. Sus frases o proposiciones ofrecen la posibilidad de usar diversas referencias para aproximarnos al misterio de Dios. Sin embargo, cabe resaltar entre todas, la denominación de Padre. Tal figura mostrada en el texto caracteriza a Dios. “Se trata de algo sumamente íntimo y único, ya que Jesús lo expresó con una palabra sacada de la simbólica familiar: Abba, que en la lengua infantil significaba papá” (p. 42).


1.2. CONSTRUCCIÓN DOGMÁTICA.

La tradición cristiana, en el esfuerzo por comprender o explicar la propia experiencia de Dios, se dio a la tarea de elaborar doctrinas, orientadas a constituirse en universo de sentido común para todo hombre o mujer que se interrogara en el horizonte cristiano.

Tal como el texto de Leonardo Boff lo expresa, la búsqueda de explicación de la Fe ha sido trabajo de muchos años, que aun hoy necesita seguir re-actualizándose. Presuponiendo el conocimiento de los lectores sobre las explicaciones conciliares y otras (en Nicea, la afirmación de la consubstancialidad del Hijo y el Padre; en el concilio niceno-constantinopolitano, con la aseveración de que el Espíritu Santo es Dios con y como el Padre y el Hijo; en el credo llamado Quicumque o pseudo-atanasiano, con la síntesis de las anteriores comprensiones de Dios en la frase “unidad en la trinidad y trinidad en la unidad”, y la consiguiente presentación de Boff con respecto al asunto del Filioque y demás declaraciones
[2]).

Dentro de tantos esfuerzos de formulación, resalto particularme el Decreto de los jacobitas en el que fundamentalmente se estableció el término perijóresis como clave de comprensión de Dios. Tal categoría refiere el dinamismo de acogida y entrega existente y constituyente de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo:

Las relaciones de comunión entre las tres personas, una totalmente dentro de la otra, el hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean consubstanciales, permite contemplar la plena interpenetración de las personas entre sí. Esta realidad se expresa por la palabra griega perijóresis, o por las latinas circuminsessio o circumincessio
[3].

Así pues, Dios en el horizonte cristiano es trinidad. Padre, Hijo y Espíritu Santo, según la categoría de perijóresis, están en relación coeterna o coexistente, igualitaria (ya que ninguno es subalterno o subordinado al otro), indisoluble (dado que ninguno actúa de forma independiente de otro: cuando el Hijo actúa, es Dios quien actúa, cuando el Espíritu actúa, es Dios quien actúa, y cuando el Padre actúa, es Dios quien actúa) y permanente en la historia (porque no es sólo el Padre el que crea, sino Dios, no es sólo el Hijo el que redime, sino Dios, y no sólo el Espíritu Santo el que santifica y anima, sino Dios).

Por lo anterior, según la significación desarrollada a partir del pasaje de San Juan y lo señalado en la comprensión dogmática con relación a la perijóresis, la llamada “palabra dicha sobre Dios” se podría resumir, tal como lo señala Boff, en experiencia de comunión:

“La unidad significa la comunión de las personas divinas. Por eso, en el principio no está la soledad del uno, sino la comunión de las tres divinas personas”
[4].

Como lo enseñó el pasaje joánico, tal comunión no se limita a la glorificación dada mutuamente entre las personas divinas, sino que dicha glorificación se comunica a los “discípulos”, es decir, en este caso, a todo aquel que cuestione su existencia desde el acontecimiento-Cristo. La comunión, pues, supone la participación como posibilidad abierta.


2. …A UNA REFERENCIA EN LA REALIDAD.

Según lo planteado, debería ahora rastrear, en el amplio campo de la realidad, algún aspecto o situacionalidad que sirva de punto de referencia para hallar indicada la palabra sobre Dios antedicha, ya que de Dios se dice que existe porque ha entrado en las coordenadas existenciales y humanas. Creo que hallaría diversas referencias en las que reconocería señalada la comprensión de un Dios-comunión: la experiencia del amor, las luchas por la liberación social, las reconciliaciones familiares, las inmolaciones de algunas personas por el bien de otras, en fin.

Sin embargo, son también diversas las realidades que se pueden asumir como contrarreferencias frente a la palabra sobre Dios: experiencia de egoísmo, de lucha por la opresión social, de resentimientos destructores, de asesinato de algunos para el beneficio de otros, en fin. Cabría preguntar, entonces, ¿las nombradas “contrarreferencias” dejarían entrever cierto grado de “referencia” desde la cual se pueda decir que la palabra sobre Dios tiene algo que ver con la existencia? ¿y si la comunión constitutiva y constituyente de Dios guarda relación aún con lo que le es contra-referente, en qué consiste tal relación?

Estas últimas preguntas me obligan a buscar una “contra-referencia”, para dar una respuesta tal vez acertada acerca de la manera como se relaciona una comprensión de Dios-comunión con su negación (una realidad de no-comunión). Sin más rodeos, abordemos un nuevo interrogante: ¿se podría leer el fenómeno de la globalización en cuanto contra-referente del Dios-comunión y desentrañar a partir de él mismo su grado de referencia con la comprensión perijorética de Dios?

A continuación me aproximaré al fenómeno de la globalización en dos momentos. En primer lugar, mostraré cómo se ha comprendido el fenómeno de la globalización en rasgos generales, y en segundo lugar, me preguntaré por las consecuencias que hacen de tal fenómeno una negación de la comprensión de Dios-comunión.

2.1. ¿EN QUÉ CONSISTE?
[5]

El fenómeno de la globalización, tal como el mismo término indica, sugiere un universo de significaciones. Sin embargo, aunque sean diversas las comprensiones sobre tal fenómeno, en la práctica la realidad tiene la última palabra para confrontar cualquiera de dichas significaciones. Veamos a continuación, algunas de las comprensiones tal vez más comunes con respecto a este fenómeno:

Internacionalización:
Globalización en el sentido de internacionalización se refiere a la integración de las economías nacionales o, en otras palabras, la asociación de los países en cuanto a sus mercados. La relación económica se establece entre Estados nacionales. En la medida en que se hace cada vez más importante el intercambio comercial los Estados tienden a ir más allá de sí mismos, de sus magnitudes territoriales.

Liberalización:
En el sentido de liberalización comercial la globalización se entiende como una apertura de las fronteras de los países para un movimiento libre de capitales y bienes, con miras a crear una economía abierta y sin fronteras.

Patronización:
En cuanto a patronización la globalización se comprende como la expansión de “patrones” o modelos culturales que erosionan la exclusividad de los valores propios o regionales. Al respecto, no me arriesgo a comprender la patronización como expansión de solamente la cultura dominante, por ahora diré que consiste más bien en la difusión de gran mayoría de las culturas en relación.

Modernización:
Entendida como modernización (occidentalización o americanización) se refiere básicamente a la implantación de las estructuras sociales de la modernidad (capitalismo, racionalismo, industrialización, burocracia) difundidas en todo el mundo.

Supraterritorialidad:
La categoría de supraterritorialidad en la significación del fenómeno de la globalización refiere a la salida de los territorios nacionales como medio para vincularse con otros territorios por acciones de implicación comercial, cultural, política, entre otras.

No puede desconocerse la bipolaridad de este fenómeno o su duple manifestación: por una parte una es su manifestación en su proceso histórico-concreto y otra es su manifestación en cuanto programa político de los Estados nacionales. En palabras menos evasivas de lo real, diré que se trata de la incoherencia entre la teoría sobre la globalización, pensada quizá como un hecho positivo para los países, y lo acontecido en la práctica en perjuicio de los países más pobres.

Una de las significaciones que sustenta el fenómeno de la globalización en cuanto proceso histórico-concreto, es cierto planteamiento difundido dentro del mismo fenómeno en cuanto programa político. Tal planteamiento se refiere a la globalización en cuanto a difusión del Estado de derecho en las relaciones internacionales.

El supuesto del programa político de la globalización es éste: del mismo modo que se internacionaliza la economía de mercado con sus reglas y acuerdos internacionales, también la política de los derechos humanos se convierte en marco de referencia universal, sin exceptuar a los países considerados potencia-mundial. No obstante, la masacre a los irakíes por parte de Bush hijo contra los enemigos de su padre desmiente cualquier pretensión de acuerdo universal en torno a los derechos humanos
[6].

Así como se hallan diversas significaciones acerca del fenómeno de la globalización, del mismo modo existen mitos alrededor de esta comprensión
[7]. Veamos dos de los que creo son más dicientes para nuestra reflexión:

Se escucha decir en sobremanera: “la globalización produce empresas genuinamente trasnacionales, que no tienen base nacional y que funcionan en medio de un difuso interés multinacional”. Pues bien, las empresas efectivamente internacionales son muy raras. De tales empresas sin rostro se tiende a suponer que poseen intereses igualmente abstractos sin raíces y sin apostarle a ninguna situación específica. Se piensa falsamente, ya que todas las empresas llamadas “trasnacionales” responden a intereses nacionales específicos de países y regiones.

Otro mito en relación al fenómeno de la globalización consiste en creer que la movilidad de capital resulta en inversión de los países desarrollados en los países subdesarrollados. Ilusamente se mantiene esta creencia ya que la inversión productiva real se concentra en las economías industriales avanzadas, las cuales abren la posibilidad de la retribución.

2.2. ¿CUÁLES SON SUS CONSECUENCIAS?

En la década de los 60, Gunnar Myrdal, presentó un análisis social por el cual ganó el Premio Nóbel de Economía. Ella realizó las siguientes observaciones:

o Existe un pequeño de países prósperos y un grupo muy grande de países sumamente pobres.

o Los países del primer grupo se encuentran en proceso de desarrollo económico continuo, mientras que en los del segundo el avance es más lento, estando tales países bajo la amenaza permanente de no superar el estancamiento (e incluso hasta de retroceder).

o Vale decir que en general, han aumentado las desigualdades económicas entre los países desarrollados y los subdesarrollados
[8].

Ciertamente la movilidad en los medios de transporte y las facilidades a nivel de comunicación superando grandes distancias territoriales, propició el crecimiento económico bajo el ideal de la disminución de la pobreza y la desigualdad social (“en cuanto más apertura internacional, mayor desarrollo económico y por ende, disminución de los índices de pobreza y aumento de equidad”).

Sin embargo, el proceso de la globalización no se desenvolvió tal como estaba presentado en cuanto programa. Las “estadísticas demuestran que la mayoría de los países de África y de América Latina acusan actualmente índices económicos y sociales que son similares –o en muchos casos peores- a los de veinte años atrás. La pobreza de las sociedades que ya eran de por sí pobres se agrava, como lo deja claro el informe de desarrollo humano correspondiente a 2004 elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)”
[9].

En el fondo del problema se encuentran dos relaciones fundamentales: de la escala internacional hacia los Estados nacionales y de los Estados nacionales con la escala internacional. Tal relación podría plantearse en términos de interrogantes que apuntan a la solución del problema de la globalización: ¿de qué manera el ente internacional puede influenciar en el mejoramiento de la situación nacional? o ¿cómo puede el Estado nacional participar “más allá” de sus fronteras sin dañar el “más acá” de su territorio: sin agudizar la desigualdad y la miseria de sus ciudadanos en pro de prestar asistencia a sus clientes?

3. ¿QUÉ GRADO DE REFERENCIA PUEDE EXISTIR ENTRE EL FENÓMENO DE LA GLOBALIZACIÓN Y LA COMPRENSIÓN DE DIOS-COMUNIÓN?

Con lo expuesto en torno a lo que significa la globalización y sus consecuencias, en términos generales se puede concluir que la contra-referencia fundamental con relación a la comprensión de Dios, según los índices de miseria e involución, radica en la denigración de la vida como consecuencia de la subordinación de los Estados subdesarrollados a los Estados “desarrollados”. Es decir, en una relación no-igualitaria, sino con subalternos, no-conjunta, sino fragmentada, en fin, que globaliza los costos, pero particulariza los beneficios.

La práctica de Jesús de Nazareth, Hijo del Padre y nacido por obra y gracia del Espíritu Santo, pone de manifiesto que el Dios-comunión tiene la vida como prioridad frente a cualquier ideología política, programa estatal, o creencia religiosa. Jesús está profundamente marcado por la experiencia del Dios de la vida. Reconoce en la vida humana el correlato de Dios, de tal manera que la negación de aquélla sería la negación de éste. Jesús tiene la firme convicción de que no es la voluntad de su Dios el que los seres humanos soporten el hambre. Por eso, toda ley o institución tiene que ceder el paso ante las necesidades vitales, dado que así como se niega a Dios cuando se niega la vida, sólo se afirma a Dios cuando se afirma la vida. Esta aseveración no es meramente retórica, al respecto, Jon Sobrino, cita a monseñor Romero: es preciso defender lo mínimo que es el máximo don de Dios: la vida
[10].

Ahora bien, la mencionada experiencia del Dios-comunión que repercute en Dios de la vida, no se plantea como momento primero, desde el cual brote la práctica de Jesús en favor de la vida como momento segundo. No son sucesivos. Sería inconveniente recurrir a la imagen del hombre que sube a la montaña solitaria para tratar de explicar que Dios es uno y trino y que luego baja a propagar su descubrimiento. Jesús experimenta al Dios-comunión en el contacto con la vida de su tiempo, marcada por un orden religioso excluyente, por una política romana totalitarista y por la marginación social.

Jesús opta por “los pobres”, es decir, por aquellos que difícilmente pueden dominar lo fundamental de la vida, aquellos que viven en el desprecio y la marginación, aquellos que viven bajo la opresión, aquellos, en suma, para quienes la vida no ofrece horizonte de posibilidades
[11]. Si la vida está amenazada como imagen de Dios, Dios mismo es quien está amenazado[12].

Así pues, la globalización visto en cuanto negación del Dios-comunión que privilegia la vida, se presenta no sólo como fenómeno de desigualdad, sino también (necesariamente) como destructor de la vida
[13]. De ahí que la comprensión de Dios-comunión se convierte para tal realidad de no-comunión en modelo y llamada a realizar procesos tendientes a equidad, justicia y participación. De este modo, “la Trinidad se presenta como modelo de convivencia social igualitaria, respetuosa de las diferencias y justa”[14] (p, 19).
[1] Cfr. VAN, S. Tilborg. Comentario al Evangelio de Juan, Navarra: Verbo Divino, 2005, 340-361.
[2] Cfr. BOFF, Leonardo. Trinidad, sociedad y liberación, Madrid: Ediciones Paulinas, 1987, pp, 86-96.
[3] Ibíd., p, 118.
[4] Ibíd., p. 17.
[5] Cfr. HOFMEISTER, Wilhelm. Política Social Internaciona: consecuencias sociales de la globalización, Río de Janeiro: Honrad-Adenauer-Stiftung, 2005. pp, 25-35.
[6] “El conflicto con Irak, inducido por la invasión de Kuwait, inauguró un nuevo voyeurismo militar donde, gracias a la tecnología de la información, podemos satisfacer nuestra curiosidad bélica desde la comodidad de nuestros hogares, viendo por la TV las escenas reales como si estuviéramos frente a un juego de video. La primera guerra de los EEUU contra Irak, ocurrida en 1992, a principio del último año de la gestión de Bush padre, no aseguró su reelección. Bush hijo vislumbra el episodio del 11 de septiembre como una especie de Peral Harbor, 60 años después, justificando un arreglo de cuentas con los enemigos de su padre, incluso sin existencia de pruebas definitivas de la participación de los iraquíes en el atentado del 11 de septiembre. Bush invade Irak, matando a los dos hijos del enemigo de su padre para finalmente prenderlo sucio, barbudo y con los cabellos enmarañados dentro del pozo donde se había metido”. Ibíd., p. 133.
[7] Ibíd.., p, 55-61.
[8] Ibíd., p, 139.
[9] Ibíd.., 61.
[10] Ibíd, p. 118.
[11] Ibíd, p. 114.
[12] Con relación a este término, conviene subrayar en el carisma de la congregación de los Agustinos Asuncionistas, a la cual pertenezco, se nos llama al esfuerzo por reconocer en toda amenaza de la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, la amenaza a Dios mismo. El modo para tratar de conseguir esto consite en ir poniendo en evidencia la transgresión de los derechos de Dios en la violación de los derechos del hombre y de la mujer.
[13] He aquí un párrafo que puede servir de consigna al ser humano atravesado por la no-comunión, y por ende, abocado a la destrucción del otro: “El mundo es ante todo mi mundo y en él es importante lo que es importante para mí. Mis opiniones, preferencias, etc, simplemente por ser mías se me aparecen como lo normal y natural. ¿Cómo experimento yo en principio al otro, sus opiniones, sentimientos y propósitos? Como una amenaza. Así, pues, mi tendencia será la de colonizarlo o al menos neutralizarlo: conseguir que se porte bien conmigo, que no me desprecie, engañe, explote, etc”. (p. 84).

[14] Op. Cit, BOFF, Leonardo, p, 19.

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